Municipios

Adamuz

Situado en el antiguo Camino Real de la Plata, en él proliferaron las ventas, mesones y posadas. De aquí proviene su tradicional carácter hospitalario.

Adamuz es una villa situada al nordeste de la provincia de Córdoba, en las estribaciones de Sierra Morena un tanto abrigada de norte a sur, lo que le confiere una cierta variedad en sus características físicas y paisajísticas, como las colas del embalse del Guadalmellato, (embalse que da de beber a Córdoba y riega parte de su vega).

Dista 46 Km de la capital cordobesa. La superficie de su término municipal es de 331,1 kilómetros cuadrados, 4.317 habitantes (INE2015) y dentro del mismo se encuadra además el poblado de Algallarín.

Los testimonios de mayor antigüedad de este municipio aparecen en restos localizados en la «Cueva del Cañaveralejo» (V milenio a.C.), si bien ésta no aparece documentada hasta el siglo XIII momento en que, una vez consquistada a los musulmanes, los cristianos fundan la primera iglesia. Precisamente de un vocablo árabe, Damus (cueva, cisterna, rincón) procede el nombre actual del municipio. Cumplió durante buena parte de su historia, la función especifica de posada y descanso en el camino de Córdoba a Toledo, el conocido como Camino Real de la Plata, proliferando durantes esta época ventas, mesones y posadas. En 1566 el rey Felipe II vendió la villa al marqués de El Carpio, cuyo escudo de armas es el que actualmente utiliza como sello municipal el Ayuntamiento.

La vegetación característica es la del bosque mediterráneo con encinas, lentiscos y madroños entre otros. Esta vegetación tradicionalmente fue la principal fuente de riqueza en estas tierras y es aprovechada para mantener a la fauna cinegética, puesto que hay más de doce mil héctareas para practicar la montería. También está el aprovechamiento forestal y silvícola, como la obtención de madera, miel, plantas aromáticas y bellotas. En cuanto a la tierra cultivada, más del 90% de su superficie está dedicada al cultivo de secano más tradicional por estas tierras: el olivo.

Bujalance

Bujalance presenta un paisaje típico de la campiña alta de Córdoba, con suaves colinas muy fértiles dedicadas sobre todo al monocultivo del olivar (más del 90% del terreno cultivado) y a cultivos de secano, contando con una de las colonias más importantes de avutardas de la provincia y donde existe el hábitat rural típico andaluz, el cortijo, y restos arqueológicos iberos, romanos, visigodos, etc. que dan muestra de que estas fértiles tierras, de aguas subterráneas abundantes fueron ocupadas desde hace siglos. En el término municipal se encuentran los núcleos de población de Bujalance (donde se concentra la amplia mayoría) y Morente (con alrededor de 100 vecinos). 

Su casco urbano de clara herencia árabe y salpicado de múltiples monumentos del barroco andaluz, fue declarado Conjunto Histórico en 1983. Podremos deleitarnos entre sus numerosas casas señoriales de los s. XVII y XVIII, una época de esplendor económico favorecida por una floreciente industria de paños.

Entre sus valiosos edificios de interés monumental destacaremos la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción con su imponente torre barroca declarada Bien de Interés Cultural al igual que su Castillo-Alcazaba, de época de Abd-al-Rahman III, y la Parroquia de San Francisco, auténtica perla del barroco, entre otros elementos.

Alrededor del municipio la campiña se extiende ancha. Las almazaras de aceite lo salpican, siendo la producción de exquisito aceite de oliva su actividad principal. Además, es fácil encontrar trabajos de cerámica y de esparto realizados en la localidad, entre otras actividades artesanas. También podremos degustar exquisitos platos de la gastronomía popular que harán las delicias de muchos paladares.

 

Cañete de las Torres

Cañete de las Torres es un municipio de la provincia cordobesa. Podemos decir que es la frontera entre Córdoba y Jaén. Este municipio se encuentra atravesado de norte a sur por el Arroyo del Cañetejo, afluente del Guadalquivir.

En el año 2016 contaba con 2.292 habitantes. Su extensión superficial es de 104 km² y tiene una densidad de 30,9 hab/km². Se encuentra situada a una altitud de 320 metros y dista 49 kilómetros de la capital cordobesa.

 Las primeras noticias sobre la actividad humana en el término de esta villa comienzan con la revolución neolítica, cuya economía estaba representada por agricultores, agrupados en poblados.

En este municipio poblado en la época romana, y anteriormente por los iberos, se cree que se trata de Calpurniana, ciudad fundada por Calpurnio Pisón, aunque no hay certeza clara de ello. Otras teorías aseguran que fue fundada por César en el 45 a. C., aunque tampoco hay certeza de ello.

Es en esta villa donde se preparó la batalla de Munda contra los hijos de Pompeyo. Una buena muestra de la etapa romana de Cañete de las Torres se encuentra en La Haza de la Virgen, donde, según los más viejos del lugar, estuvo la ciudad antes mencionada de Calpurriana, en el Callejón de los Moros, en la que varias esculturas talladas en la roca quedaron sepultadas con materiales de relleno arrojados por los vecinos, y en el Cortijo El Alamillo, que proporcionó una tabla de bronce con inscripciones en latín.

Durante la reconquista por Fernando III quedó bajo la jurisdicción de la ciudad de Córdoba, cuyo concejo a instancias, del rey Don Sancho IV, el Bravo, la cedió el nueve de Junio de 1293, en señorío a Don Alfonso Fernández de Córdoba, primer señor de Cañete, el cual en unión de otros huestes del rey Fernando III, intervino en la caída de la capital del Califato , en recompensa a los servicios prestados a la Corona, pasando después al mayorazgo o Estado de la Casa de Aguilar(1367) y, sucesivamente, al Marquesado de Priego (1501), y al Ducado de Medinaceli, hasta la extinción del régimen señorial en el segundo tercio del siglo XIX. En los dos últimos siglos, los acontecimientos más destacados en Cañete de las Torres son paralelos a los sucedidos en los pueblos circundantes, debiendo destacarse la gran operatividad del movimiento anarquista a principios de siglo debido en su mayor parte a la influencia recibida desde Bujalance.

Su principal fuente económica es el cultivo del olivar, trigo, algodón, girasol, garbanzos, la fabricación de embutidos así como las plantas para la obtención de biodiesel y una fábrica de Salmorejo Cordobés ubicadas en esta localidad.

El Carpio

El Carpio es un bello pueblo cordobés de 4.500 habitantes (INE2016), residiendo la mayoría en el núcleo histórico y con dos barriadas (Maruanas y San Antonio). Este municipio se encuentra situado en una pequeña colina desde donde se divisa la sierra, el valle y la campiña. Dista más de 30 km de la capital cordobesa.

Su extensión superficial es de 47 km²  y tiene una densidad de 97,5 habitante/km². Está situado al este de la provincia, desde las estribaciones de Sierra Morena hasta el Guadalquivir, en un paisaje de fértiles tierras de olivos, vega y de cultivos herbáceos.

Aunque la actual villa de El Carpio se fundó en el siglo XIV, sus tierras estuvieron pobladas en época ibera. Posteriormente se ubicaría en ellas durante la época musulmana de la población de Alcocer (árabe alQusayr, el palacete: alcázar pequeño). Pertenecía a ésta a la cora de Córdoba, siendo citada como uno de los distritos del reino cordobés en el siglo XII. Fue conquistado por Fernando III en 1240, siendo posteriormente donada su villa y fortaleza al Concejo de Córdoba (1245) y delimitados los términos de su feligresía (1260).

Parte de su término fue repartido entre varios miembros de la familia que colaboró en su reconquista: los Meléndez o Méndez de Sotomayor. Uno de los descendientes de esta familia, Garci Méndez de Sotomayor, logra reunir en su poder en el siglo XIV los donadíos repartidos por Fernando III, mandando construir en ellos una torre-fortaleza alrededor de la cual surgió la población de El Carpio, dándose como fecha de su fundación el año en que se terminó la construcción de aquella (1325).

A lo largo de la edad moderna, la villa de El Carpio se erige en el centro de uno de los señoríos más importantes en tierras cordobesas. Los Méndez de Sotomayor se vincularon en 1472 con la casa de Haro. En 1549 alcanza la categoría de Marquesado, y a partir de 1559 extiende su jurisdicción a los pueblos vecinos de Pedro Abad y Adamuz. En 1660 y 1747 quedaron sometidas a su jurisdicción las Siete Villas de los Pedroches. Este fenómeno refleja el poderío que llegó a alcanzar la Casa de Haro, casa que en 1688 se unió con la de Alba, que actualmente conserva importantes posesiones.

La economía de este municipio está basada, a partes prácticamente iguales en la agricultura (cultivos de cereales, girasol, algodón, olivar…), la industria, cabe destacar la apuesta por las energías renovables, en este sentido se ha construido un campo de fotovoltaicas que ocupan más de sesenta hectáreas y plantas termosolares, lo que supone un ejemplo para el resto de municipios de la comarca, en cuanto a integración de las energías renovables como base de un desarrollo económico sostenible y responsable, también destaca el sector de la madera, en pequeños y medianos talleres de fabricación de muebles, sobre todo de cocina, y de complementos de éstos; también existen talleres electromecánicos y un cierto desarrollo del pequeño comercio.

Montoro

Municipio situado al este de la provincia deCórdoba. La mayor parte del mismo se sitúa en la falda de Sierra Morena, haciendo el rí­o Guadalquivir de frontera con la campiña. Son, por tanto, la sierra, el rí­o y la campiña los tres elementos que determinan el paisaje.

La primera forma parte del Parque Natural de la Sierra Cardeña y Montoro, y en ella podemos encontrar una vegetación de encinas, acebuches, pino piñonero, marí­timo y una población de roble melojo, rara en Andalucí­a. Es también una zona de gran valor fauní­stico y cinegético y ganadero. El segundo, que circunda el pueblo, es el eje del paisaje, de la vida y de la historia del mismo; por la belleza del meandro se le conoce también como el Toledo Andaluz. Desde el año 2013 el meandro del río Guadalquivir a su paso por Montoro cuenta con la categoría de Monumento Natural, el río forma una curvatura muy acusada, que se encajona en los materiales paleozóicos de las estribaciones de Sierra Morena, lo que representa uno de los mejores ejemplos de meandro epigénico a escala nacional. La tercera, poblada de olivos, nos sitúa en un entorno propiamente cordobés.

Entre el valle del Guadalquivir y la campiña, y a los pies de Sierra Morena, Montoro es una ciudad de contrastes, de orígenes que se remontan a la prehistoria y un presente que se incorpora a la modernidad.

Los primeros asentamientos prehistóricos en el municipio datan del Paleolítico Medio y en el Bronce Final se constata la existencia de un núcleo ibérico. Fenicios, griegos y cartaginenses estuvieron en la antigua Epora (Montoro), pero son los romanos quienes le darán mayor esplendor.

Tras la Segunda Guerra Púnica, Roma otorga a Epora la condición de “civitas” de la Bética junto con Gades, mostrando así la importancia de este núcleo ubicado junto a la Vía Augusta.

Con la denominación de Epora, la ciudad adquirió una gran importancia y esplendor durante la dominación romana. Junto con Gades, fue uno de los municipios de las Béticas confederadas de Roma, con grandes vestigios como la “Thocarata”, que se exhibe en el museo municipal. 

Ocupada por los musulmanes, y dada la importancia estratégica de su situación, es rápida y sólidamente fortificado por éstos, manteniéndose en sus manos hasta la primera toma que de ella hace el rey Alfonso VII en 1.146. Tras sucesivas alternancias de su posesión es conquistada definitivamente por Fernando III en 1.240.

Perteneciendo a la jurisdicción de Córdoba y habiendo sido señorí­o con anterioridad, a mediados del siglo XVII, Montoro intenta comprar su jurisdicción a la Corona, lo cual se ve frustrado por la falta de medios para efectuar el pago.

En 1.658 es adquirida su jurisdicción y señorí­o por don Luis Méndez de Haro y Sotomayor, marqués de El Carpio y conde- duque de Olivares. Pocos años después es creado el Ducado de Montoro que se funde con el Marquesado de El Carpio pasando posteriormente a pertenecer a la Casa de Alba, en manos de la cual permanecerá hasta la supresión de los señorí­os en que recuperará su jurisdicción.

Por su valeroso comportamiento frente al invasor francés en 1.808, se le otorga el tí­tulo de «Ciudad Leal, Noble y Patriótica». En 1969 como reconocimiento a sus valores arquitectónicos, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico.

Su base económica es el cultivo del olivar, fuente de riqueza y empleo. Almazaras producen un aceite de alta calidad llegando a conseguir la Denominación de Origen Montoro-Adamuz que ampara aceites de esta comarca a nivel internacional. También se dan otros cultivos en su zona de campiña como los cereales. Otras industrias de menor dimensión pero de raigambre e incluso fama, son la fabricación de mazapanes, la artesanía en cuero y la forja artística.

Su riqueza histórico-artística, con un trazado urbano formado por bellas y empinadas calles, así como su ubicación en las proximidades del parque natural, impulsan el desarrollo del sector turístico de interior.

Pedro Abad

Pedro Abad es un municipio de la provincia cordobesa que en 2016 tenía una población de 2903 habitantes. Su extensión superficial es de 24 km² y tiene una densidad de 120,5 habitante/km. Se encuentra situado a una altitud de 162 metros y a 35 kilómetros de la capital, Córdoba.

El término y extensión municipal de Pedro Abad goza de una situación geográfica estratégica. Configurado en el centro del Valle del Guadalquivir, y rodeado por un meandro de este río, que permitía en la antigüedad controlar el tránsito fluvial por las tierras circundantes, de un gran potencial agrícola. Además era un punto importante de intercambios comerciales y culturales.

Su actual término formaba parte en la Antigüedad del municipio romano llamado Sacili Martialium. Esta población citada por Plinio suele emplazarse en el cortijo de Alcurrucén, donde han aparecido abundantes vestigios que confirman la existencia de esta ciudad. De su importancia y esplendor son reflejos los innumerables hallazgos exhumados a lo largo de los años.

Sacili debió recibir el estatuto de municipio de derecho latino en época de César o de Augusto; su epíteto Martialium hace referencia a Marte, Dios de la Guerra, por lo que se piensa que dicho estatuto pudo recibirlo de César tras su victoria sobre los pompeyanos. Su ubicación entre Córdoba y Montoro, y el hecho de que estuviese atravesado por la vía Augusta la convierten en un lugar de paso obligado para numerosos viajeros de la época.

El origen de la villa se sitúa en el año 1235, unido a numerosos hechos milagrosos relacionados con la imagen de un cristo crucificado que Pedro de Meneses, abad gallego del Rey Fernando III, trajo a este lugar y que motivó que su nombre sirviera de topónimo a la misma. El monarca castellano creó a fines del citado año en el lugar donde hoy ocupa la población, un campamento convertido después en hospital,  donde se instaló para ofrecer auxilio espiritual este religioso.

Pedro Abad solo fue considerado señorío en el periodo 1465-1468, siendo catalogado el resto del tiempo como una villa realenga del Concejo de Córdoba, incorporándose en 1564 a raíz de su venta D. Luis Méndez de Haro al marquesado del Carpio, situación que mantuvo a lo largo de la Edad Moderna.

Pedro Abad debe ser considerado como uno de los principales núcleos provinciales de agitación de principios del siglo XX; de hecho ya en 1876, se habría fundado en ella el primer movimiento sindicalista de la zona.

Villa del Río

Villa del Río es un municipio de la provincia cordobesa que en el año 2016 (INE) contaba con 7.301 habitantes. Su extensión superficial es de 22 km² y tiene una densidad de 337,8 habitante/km². Se encuentra situada a 52 kilómetros de la capital de la provincia cordobesa.

La Protohistoria se halla bien representada en este municipio gracias a la presencia de materiales del Bronce Final y a la época Ibérica. Hay que destacar la aparición de cerámicas griegas, que testimonian la pujanza económica de la zona e indican que no permaneció ajena a los intercambios comerciales del mundo turdetano con las costas mediterráneas. Cerámicas ibéricas pintadas con la típica decoración geométrica halladas en las cercanías del casco urbano junto con materiales romanos, nos indican la existencia de núcleos ibero-romanos que tienen su razón de ser en la ocupación de carácter rural. La mayoría de estos enclaves perduraran hasta época tardorromana lo que refleja el esplendor económico de la zona, determinada por la proximidad al Guadalquivir y a la llamada Vía Augusta. Desde su conquista en 1260 por parte de los cristianos, permaneció esta ciudad a la jurisdicción del concejo de Córdoba, siendo en el año 1469 debido a la guerra civil entre Enrique IV y el infante don Alfonso, cuando la localidad se desvinculó del concejo de Córdoba y se convirtió en señorí­o de Fernán Pérez de Montemayor, hermano del señor de Montemayor y Alcaudete.

Han sido varios los nombres con los que se ha identificado esta población: “Sissia”, “Ripa” (ribera), “Aldea de Orabuena”, “Aldea del Río”, la denominación actual será fruto de Felipe IV quien le da el nombre que ha mantenido hasta la actualidad: Villa del Rí­o. 

De la época romana se conserva ese magnífico puente sobre el arroyo Salado, en la antigua Vía Romana, así como las aceñas o molinos hidráulicos de harina sobre el Guadalquivir, que más tarde utilizarían también los árabes.

Hay que destacar los importantes movimientos sindicales en esta localidad a comienzos del siglo XX, así como el papel jugado durante la Guerra Civil al encontrarse en la frontera de los dos movimientos políticos enfrentados.

La ribera del río Guadalquivir a su paso por Villa del Río, constituye un amplio mosaico de flora típica ribereña. El amplio meandro propio del tramo medio del río Guadalquivir , a su paso por Villa del Río, diferencia claramente ambas márgenes u orillas. Estos cinturones de eneas, carrizos y juncos, resultan importantes para el desarrollo de los pequeños alevines, que frágiles y mal dotados para la natación en aguas libres, buscan cobijo entre las praderas acuáticas para defenderse de los múltiples depredadores que le acechan incansablemente

Villafranca de Córdoba

Villafranca de Córdoba, como bien indica su nombre es una villa de la provincia cordobesa. En el año 2016 contaba con 4.918 habitantes, su extensión superficial es de 58 km² y tiene una densidad de 67,1 habitante/km². Se encuentra a tan solo 27 kilómetros de la capital Cordobesa.

Restos arqueológicos localizados en este término municipal nos ofrecen una cronología que abarca desde el Bronce Final hasta la época ibero-turdetana. De época romana contamos con los restos de una calzada   con restos cerámicos hallados en su sector meridional y en las proximidades del actual núcleo urbano, todos ellos pertenecientes a villas.

El actual nombre de Villafranca surge a mediados del siglo XV. Con anterioridad a esta fecha, la aldea existente en el mismo lugar recibía el nombre de “Cascajar”, topónimo que aparece por primera vez en 1264 y, que surgiría de la abundancia de sedimentos detríticos de suelo del cascajo emergente en un vado del rio Guadalquivir, que facilitaría el tránsito desde el arrecife a la población en el momento de la Reconquista. Villafranca había tenido su origen en l heredad de Cascajar, territorio en el que después de su conquista se llevó a cabo, desde 1267 a 1350, un rápido proceso de concentración de la propiedad por parte del canónigo Aznar Pérez y su familia y del obispo D. Fernando Núñez de Cabrera. La incorporación de Villafranca al marquesado de Priego en 1549 constituye un hecho importante en la vida local, ya que a partir de ese momento la población queda sometida  a la jurisdicción señorial.

En 1359, se le otorga la “Carta Puebla” para que se forme y constituya como núcleo de población, estando los 50 primeros vecinos que repoblaron “El Cascajar” exentos de pagar los impuestos lo que le confiere que pase a llamarse “Villafranca”.

En 1549 Doña Catalina Fernández de Córdoba, Marquesa de Priego y Señora de la Casa de Aguilar, compra Villafranca. Durante esta época la ciudad florece y se desarrolla una economía en torno a la actividad agropecuaria, aunque cabe destacar la industria de manufactura basada en la fabricación de agujas. Esto determina que se conozca Villafranca, como “Villafranca de las Agujas”. En la heráldica del municipio se mantienen a día de hoy una representación de las agujas.

En el siglo XVIII la localidad se vincula a la Casa de los Duques de Medinaceli, al heredar esta familia la casa de Priego, hasta 1913 que el Duque la vende a todos sus vecinos.

Posteriormente sufre la inestabilidad política de finales del siglo XIX y principios del XX, participando en la Guerra Civil Española con amplio protagonismo como frente de batalla entre Adamuz y Montoro, así como la proximidad a la capital de la provincia la hicieron blanco de numerosos combates ente lo que hay que destacar la batalla sin cuartel en los “campos de Marte” villafranqueños.

Actualmente la economía de la localidad se basa en la agricultura, especialmente de regadío, en el sector de la madera, que da ocupación a un buen número de Villafranqueños/as. Resaltamos el sector turístico (parque acuático, escuela de vuelo de ultraligeros, circuito de karting, camping, albergue, restauración,  etc…)